sábado, 13 de mayo de 2017

Ballet Hamlet Ruso


El "BNS" Ballet Nacional Sodre de Uruguay, bajo la dirección del Maestro Julio Bocca, vuelve a Buenos Aires con HAMLET RUSO, una obra emblemática del coreógrafo Boris Eifman, del 10 al 13 de mayo en el Teatro Ópera.
Es la primera vez que ésta compañía presenta un ballet completo fuera de Uruguay. Se basa en la vida del Príncipe Pablo, quién se convertiría en el Zar Pablo I de Rusia.


El coreógrafo no sólo propone representar la conocida trama de la verdadera historia de la dinastía Romanov, la lucha por el poder entre la Emperatriz Catalina la Grande y su hijo, sino que brinda una mirada profunda sobre la psiquis, un punto de vista filosófico sobre la forma en la que el poder político corrompe las relaciones humanas y lleva a las personas a colapsar, sumiendo al príncipe de la corona en un estado de locura.


"El verdadero arte comienza más allá de las palabras, cuándo el silencio se instala", afirma Boris Eifman, un bailarín que fundó su propia compañía en 1977 para romper con las férreas reglas del academicismo ruso y revelar así su voluntad de independencia. Desde entonces, Eifman desarrolla su propio estilo frente a los dominantes en la danza clásica y la contemporánea; resiste a las corrientes y a las modas para imponer una forma de expresión muy personal, según la cuál "todo reside en la estética, pero la belleza formal del gesto no es un fin en sí. Eso no significa que la cualidad plástica de la coreografía sea menos importante que el hecho de encontrar una cierta intensidad dramática en las situaciones.


Boris Eifman, como coreógrafo tuvo la genial fantasía de fusionar un fragmento de la historia de su país con el planteo que ofrece la obra shakespeareana. Hay una dramaturgia potente que deriva de un texto dramático en el cuál no se hace necesaria la palabra, porque todo está expresado con el movimiento de los intérpretes y suma con la iluminación marcando una poderosa impronta.
Para disfrutarla no hacen falta las teorías, alcanza con la sensibilidad estética. El atractivo del "Hamlet ruso" radica en la amalgama que se establece entre la disciplina de la danza y la teatral, a tal punto que no son necesarias las palabras para entender la historia.
Un capítulo aparte merece la música, con una perfecta banda de sonido, porque el coreógrafo no recurrió a las composiciones de ballet, sino a las sinfonías de dos grandes alemanes: Beethoven y Mahler.


El segundo movimiento de la Séptima Sinfonía sirve para subrayar la ambición y las luchas por el trono, del mismo modo que "Claro de luna" ilustra el erotismo de la escena de la noche de bodas. En cambio, en la segunda parte Mahler se impone por su peso dramático, allí donde se conjugan las pasiones y la muerte.

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